¿Qué es un nacimiento?

Según el diccionario, un nacimiento se define así:

Hecho de salir una persona o un animal vivíparo del vientre de la madre, un animal ovíparo del huevo o una planta de la semilla.

Vaya definición tan fría pero a la vez tan realista de la situación de un nacimiento.

Recuerdo la primera vez que vi un parto cuando era estudiante de medicina y todo lo que veía dentro de un hospital me asombraba.

Notaba como las mujeres se comportaban de maneras muy distintas dependiendo de su edad principalmente, sin embargo había algo común a ellas: el miedo.

No importaba si era una adolescente inexperta o una mujer pasada de 30 años que iba por su tercer o cuarto parto... El miedo, como un fantasma, siempre estaba ahí. Fiel compañero.

Las pobres mujeres caían en tal desesperación que alcanzaban la sábana o persona más próxima para estrujarla con tanta fuerza, que al verlas, de verdad daba mucho miedo.

Posteriormente cuando pase de ser mera expectadora de ese espectáculo de miedo (terror en algunas ocasiones), comencé a atender los partos por mí misma, y a compenetrarme más con ellas, y trataba de platicar un poco, les preguntaba:

¿Cómo te llamas?  cuando contestaban Guadalupe yo trataba de llamarlas "Lupita". En los hospitales públicos hay tanta demanda de atención, que muchas veces el médico no tiene tiempo ni siquiera de preguntar el nombre de la mujer que atiende.

Así trataba de ganarme su confianza y aunque las enfermeras tenían la indicación de no darles a beber agua, para evitar que su vejiga se llenara demasiado, entre los gritos y pujidos, el calor y la sed insoportable, me acercaba con una gasita humedecida y se las daba. Muchas me miraban con cara de agradecimiento y sorbían la poca agua que tenía.

Yo no era una heroína. Nunca lo fui. Solamente era que me daban mucha pena. 

Me sentía tan identificada con aquellas mujeres que sufrían para parir al final de cuentas a un hermoso bebe que abrazaban y besaban entre llanto, y temblores.

Y que mal, que mal me sentía cuando el bebé moría... Cuando por alguna horrible complicación de las que nunca esta exento un parto sucedía semejante desgracia... Fui criticada muchas veces por compañeros médicos por el hecho de que nunca perdí mi "corazón de pollo", "corazón débil", etc, y debo decir que aún lo tengo, aunque he aprendido a controlarlo.

Con los años, y cuando a mi me toco ser madre, viví mi embarazo de tal manera, con tal fuerza, que cada una de las células de mi cuerpo deseaba a ese ser que vivía ahí, en mi útero.

Cuando por fin llego el día de su nacimiento, me encontraba extrañamente tranquila, sería por que conocía muy bien todo el teatro al que estaba entrando, y aún cuando ese dolor era intenso, nunca lo sentí tan grave como delataba el rostro de aquellas pobres mujeres que sufrían tanto. 

No sentía sed, por que no gritaba.

No sentía desesperación, me sentía tranquila y entre contracciones platicaba con la enfermera.

No sentí miedo... por que NO quería sentirlo. 

Que curioso tener miedo del miedo en sí mismo... 

Existen tantos cursos psicoprofilácticos de preparación para ese gran día, algunos muy bien fundamentados y efectivos, sin embargo como en todo, lo que define una situación es LA ACTITUD que tengamos hacia ella. Es impresionante como nuestro cerebro controla y decide la intensidad del dolor que sentimos. 

Cuando nos dejamos llevar por la emoción del momento (la mayoría de las emociones nos hacen perder la cabeza) el miedo nos supera. Y entonces acomete un dolor tan intenso como nunca antes se había sentido, y esas horas, se convierten en un infierno.

Quisiera con estas líneas, transmitir a aquellas futuras madres primerizas que están esperando ese gran día, que no están solas, que muchas miles de otras mujeres en todo lo largo de la historia han vivido el mismo proceso, y el resultado siempre será el mismo: el nacimiento de un nuevo ser humano y de una nueva madre. 

En entradas posteriores analizaré con ustedes los diferentes enfoques que existen para hacer más llevadera esta maravillosa experiencia que es el parto humano.