¿Cómo aplicar la disciplina positiva en los niños pequeños sin ser un experto?
¿Cómo ayudarles a manejar la frustración?
Primeramente, para entender las condiciones del vecino, tenemos que ponernos en sus zapatos.
Tratar de comprender que es un niño de entre 1 y 2 años. Les podría comentar sin temor a equivocarme, que es un explorador. Un científico, un descubridor.
Este pequeñito que hace poco comenzó a caminar tiene ávidos deseos de conocer el mundo, y camina, corre, sube, baja por todos lados.
Tratemos entonces de analizar que es lo que hace que este chiquillo se comporte de tal manera.
Cuando el niño comienza a caminar, al mismo tiempo busca su independencia. Independencia medianamente conquistada cuando comenzó a gatear, pero ahora, es casi total.
Quiere saber todo, quiere sentir todo.
Que sabor tiene la comida, que sabor tienen los objetos, cual es su consistencia, por que brillan, su textura, el sabor del agua de la bañera, etc. Ese es el principal motivo por el que parecen nunca estar tranquilos y todo llama su atención.
Este proceso es completamente NORMAL. Existen madres que sufren de una obsesión por el orden y la limpieza y sufren bastante con un niño de esta edad.
No comprenden que estas actividades son necesarias para un cerebro en desarrollo. Este niño quiere saber que ruido hacen las cosas cuando caen al suelo, quiere observar con paciencia el vuelo de un pájaro, y señala con ingenuidad a un perro echado en la banqueta.
Así ven el mundo estos pequeños.
No es de sorprenderse que durante una interesante plática entre adultos, el niño interrumpa continuamente tirando una y otra vez el juguete que le hemos dado ya varias veces. (¡Ay que latoso eres Juanito!).
Esa intensa actividad genera también la necesidad de crear un espacio seguro para nuestro pequeño vástago investigador.
Nosotros como padres, tenemos la obligación de cuidarlos de cualquier cosa que puedan sufrir en este proceso. Debemos imaginar, desde el punto de vista del niño, que cosas podrían llamar su atención y que va a querer alcanzar, tocar, o chupar, por lo que hay que pensar en todo. Hasta lo más inimaginable podría ocurrir.
En entradas posteriores, quisiera adentrarme más en el tema de la prevención de accidentes caseros.
Por ahora y continuando con lo anterior, un niño bien cuidado y que se siente seguro en su entorno va a aprender mucho más rápido lo que necesita. Aquello que su cerebro ocupa para su desarrollo.
Es normal que si tiene un accidente, por ejemplo el machacamiento de un dedo con la puerta, pues después la mire con recelo y de lejos, por que chiquitos son pero tontos... ¡para nada!
En este momento de su vida, el niño (en su mayoría) comenzará a hablar y querrá aprender muchas palabras.
Quiere saber como se llama todo lo que ve. Quiere preguntar muchas cosas.
Es entonces cuando se pone a prueba una vez más nuestra capacidad como padres y sobre todo nuestra paciencia y amor por ellos.
Cuando pregunten.... ¡contéstales!
Deja de mirar el televisor un rato y voltea a ver a tu pequeño. Míralo de cerca muchas veces es como mirarnos en el espejo.
Leerle. Es muy importante que ellos NOS VEAN haciéndolo. Osea, que nos miren realizando la acción de tomar un libro físico y sentarnos a leerlo. No podemos exigir a un niño de 8 años que tome su libro para estudiar, cuando nosotros nunca lo hacemos. Tenemos que ser congruentes.
Al momento de leerle a los niños, también ampliamos mucho su vocabulario.
Y... vendrán más preguntas... hay que estar listos para dar buenas respuestas.
Los niños tienden a ser muy imaginativos como ya sabemos. Hay que aprender a escucharlos. Tomate tu tiempo, aunque sea un rato y escucha lo que tiene que decir. Muchas veces te sacaran una sonrisa y a veces hasta una carcajada.
La manera en como un niño pequeño ve el mundo, refresca nuestra alma tan contaminada por el estrés, el trabajo, el mundo de los adultos.
Esta misma curiosidad incesante por conocer el mundo, también trae consigo un deseo de independencia.
Ya no es el bebito al que podíamos colocar en su cuna y tratar de ignorar. Ya no podemos vestirlo como nosotros queremos. ¿Por qué no le gusta el vestidito tan mono que le regalo la madrina?
¿Por qué insiste en ponerse los vaqueros viejos?... y lo peor es que cuando nos acercamos con el vestido en la mano, la niña de repente grita: ¡No! y ocurre una cadena de acontecimientos similares que terminan siempre en el consabido ¡No!. ¿Cuál es nuestra reacción habitual como adultos poseedores de toda verdad y conocimiento?, el rechazo.
Pensamos que este niño tan chiquito quiere manipularnos, quiere imponer su voluntad sobre la nuestra, quiere desafiarnos.
Detengámonos y volvamos a comenzar.
Recuerden intentar entrar en los zapatos. Aunque físicamente sea imposible.
En el terreno de los sentimientos y el amor hacia nuestros hijos, todo es posible.
Un niño de esta edad no sabe aún expresar sus propios sentimientos. Cuando se siente contrariado su reacción es esa actitud. Cuando no le gusta la comida que le estamos dando, la ropa que le estamos poniendo, el nunca nos lo va a decir con esas palabras, por que no tiene aún esa habilidad desarrollada y la palabra que conoce por que nosotros se la decimos todo el tiempo es otra vez, ¡No!.
Los niños tienen poca empatía y pueden mostrarse en esta etapa incluso un poco egoístas a nuestra forma de ver las cosas.
Volvemos al ejemplo: estamos en plena plática y el niño insiste e insiste con lo que él quiere, el juguete, la comida, la película, etc,
Si estoy cansada, el quiere jugar y hace mucho ruido. No comprenden aún lo que es la empatía por los sentimientos ajenos y no podemos exigírselos por que ellos mismos no saben como expresar los suyos propios.
A ellos no les importan nuestras prisas, nuestras angustias, nuestras preocupaciones. Y no es que sean malos, simplemente son niños. No comprenden el mundo así como lo vemos nosotros. Para él es más importante mirar a la catarina que encontró en el arbusto que entrar a desayunar.
Estas cosas simplemente chocan con nuestros intereses adultos. Queremos salir de prisa por que nos levantamos tarde y el niño esta jugando. No quiere vestirse, no le interesa hacerlo rápido. ¿Por qué? ¿Para qué?, y es entonces cuando nosotros nos desesperamos.
Hacemos y decimos cosas aún sin darnos cuenta. Todo el tiempo tenemos prisa.
Y en esa prisa constante, perdemos la infancia de nuestros hijos. Pasa muy rápido y ni cuenta nos damos.
En este entorno, el niño se siente desanimado. Frustrado. Nunca le dejan hacer lo que quiere.
No puede comer galletas dentro del super y no entiende por qué. Quiere un juguete por que brilla y hace mucho ruido y su mamá se lo quita y encima le grita que no puede tocarlo.
Es ahí cuando el niño comienza ha ser el villano de la historia y hace berrinches y rabietas todo el tiempo.
En la casa, en la calle, en el super, en la escuela del hermanito, en casa de los suegros. ¡Que verguenzas nos hace pasar¡ Y peor aún cuando hace esos berrinches tan intensos que hasta deja de respirar. Ahí nos domina el miedo de que algo malo le pase.
¿Que hacer?
¿Dejarlo pasar? ¿Darle lo que pide para que se calle? ¿Ignorarlo y seguir caminando?, ¿Pegarle?. ¿Gritarle?.... mmmm creo que no.
Ante todo, debemos estar conscientes de cual es nuestro papel en la relación padre-hijo.
Saber, que ese ser a quien amamos, por muy inteligente que sea, es un niño. Y mirarlo de esa manera.
El niño no debe tener el control de la situación. Si nosotros nos doblegamos y damos el gusto al niño para que se calme, en el momento nos libraremos de la situación, pero con el tiempo perderemos por completo el control y quien lo tomará será el niño.
En ese momento, el NO es necesario.
Inclínate o siéntate a su altura. Si estás en un lugar público, evita las miradas de la gente y saca al niño a un lugar donde puedan estar solos.
Platica con él/ella. Escúchale. Si no se calma abrázalo hasta que su agitación disminuya y puedas hablar con él.
Cuando sientas que ya esta mas tranquilo entonces pregúntale que le pasa, que es lo que quiere.
Dependiendo de la respuesta decide pronto si lo que el niño pide puede o no ser complacido.
Darle una explicación clara y sencilla de por que no puede complacerse su deseo en caso de que así lo sea.
Si el niño parece no entender y continúa en su actitud, entonces disciplinarlo será necesario quitándole algún juguete que le guste mucho, un vídeo, sacándolo del juego, etc.
Obviamente, la medida disciplinaria va según la edad y el tiempo que realmente pueda ser cumplida, para evitar que el niño, mal entienda el castigo pensando: "a fin de cuentas nunca cumple sus amenazas".
Si estamos fuera de casa, informarle al niño que debemos regresar a casa por que su actitud no nos gusta y no es correcta, y que el paseo y la diversión se terminaron por el momento.
No se justifica en ninguna forma y de ninguna manera el castigo que implique violencia física, emocional o psicológica.
De esta manera, el niño comprenderá el significado del NO dicho a tiempo, con serenidad y amor.
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Gracias.
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